Horizonte político del FSLN (II Parte)
Mirando hacia dentro
Son
innegables los avances en temas de infraestructura, crecimiento económico, y beneficios
sociales que ha tenido Nicaragua desde que el FSLN retornó al poder en el año
2007. Esos resultados fueron impulsados por un modelo de dialogo y consenso entre
la empresa privada, el gobierno y los sindicatos conocido como la tripartita,
con una visión de priorizar la recuperación económica de manera continua y
acelerada. Poniendo todo lo demás a un segundo plano, descuidando entre otras
cosas, la institucionalidad del partido.
La militancia
sandinista durante todo ese tiempo se adaptó a un estilo de liderazgo vertical e
intimidante, con la noción de no crear problemas, ni crear divisionismos.
Teniendo como referencia la desbandada de los renovadores a inicio de los noventas,
el tema de crítica y autocrítica de alguna forma se convirtió en tabú y nos
estancamos en el desarrollo creativo de las ideas.
El mando
partidario centralizado era exigente y la base exageradamente sumisa, estamos
de acuerdo es importante la disciplina para poder alcanzar metas concretas,
pero la excesiva permisividad por razones de jerarquía también nos hace daño
como partido. Es decir, la pasividad también nos hace responsable de todo lo
acontecido. No solo es cuestión de culpar a los poco tomadores de decisiones en
el partido.
En los
momentos más duros del golpe suave, a veces parecía que ya era demasiado tarde
para rectificar tanta timidez política. Aun así, todos esperamos el momento
indicado para salir a defender cívicamente una revolución que sabemos nos
pertenece a todos. Primero lo primero, las diferencias las arreglábamos después.
Y ese después se ha convertido en el ahora.
Desde mi
humilde criterio es hora de que las bases sandinistas guíen la agenda política,
definamos entonces espacios de crítica y auto crítica, delimitemos responsabilidades del
gigantesco tropiezo, propongamos cuales deben ser las prioridades a nivel
organizativo. Por ejemplo, se clama la necesidad de escuela de cuadros, formación
ideológica. Eso es fundamental, pues nuestra identidad es revolucionaria y nuestro
objetivo primordial de cambiar el sistema capitalista no es negociable.
Es cierto,
que la estrategia de calentar las calles fue planificada por la oposición, pero
el haberlo logrado de la forma que lo hicieron es darles demasiado méritos. Es
obvio que se aprovecharon de nuestras vulnerabilidades, las cuales aún permanecen
intactas. Adicional a eso, los ciudadanos nicaragüenses que no pertenecen a ningún
bando de manera beligerante, aunque tengan ideas y formas de pensar anti-gobierno
merecen una atención política desinteresada.
Me pregunto
entonces, ¿estamos dispuesto a pagar el precio de una segunda ola insurreccional
manipulada por la derecha? ¿Qué cambios estamos haciendo para prevenir que algo
semejante vuelva a pasar? ¿es tiempo de hacer a un lado tanta pasividad y actuar de
manera proactiva situando puntos de agenda? ¿Dónde está el relevo generacional?
De lo único que tengo certeza es que las bases necesitan recuperar el protagonismo
para aspirar a cambiar todo lo que deba ser cambiado.