Generalmente subestimamos el lugar donde vivimos, no apreciamos su belleza cotidiana, ni nos emocionamos cuando pasamos por calles desconocidas que guardan historias de revolución y glorias olvidadas. Soñamos con viajar a Europa, Asia, Cuba (la mistica isla rebelde) y nunca pensamos en redescubrir nuestro lugar de origen, su gente, sus mañas, sus paredes agrietadas.
Reconozco este error y me duele, es una verdadera idiotez no admirar cada vez que paso por el parque central la majestuosa catedral o caminar por el parque de los poetas y no transportarme a la época bohemia cuando en las esquinas se escribian versos al compas de las caricias inquietas.
Vivo en una ciudad colonial que se jacta de su sencillez y calor humano, en un pueblo que parece estar descansado despues de siglos de conflictos y aún adormecido nos brinda esa sensacion de incorfomismo ante el orden establecido.
Aqui puedo amanecer respirando la brisa del mar y luego dormir muriendome de frío en la cima de un volcán. Sin embargo muchas veces decido dedicar la tarde al facebook y la mañana al twitter, los momentos de ocio son para el clasico de un futbol foraneo, y no para conversar con los viejos sabios de mi ciudad que merodean los bares y la calle real.
Es irreal llegar a ser tan trivial, tenemos que cambiar. Debemos explorar, intimar con nuestra ciudad.
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