El Frente Sandinista de Liberación
Nacional (FSLN) se fundó en el año 1961 bajo el liderazgo indiscutible del
comandante de la revolución Carlos Fonseca Amador, junto con otros históricos
militantes sandinistas tales como Silvio Mayorga, Tomas Borge y Santos López.
En el año 1969, la organización se
consolida con la divulgación de su programa histórico, a través del cual
anuncia su determinación por derrocar a la dictadura somocista y transformar
radicalmente las injustas condiciones socioeconómicas que sufre el pueblo
nicaragüense a pesar de su espíritu trabajador y significativa contribución en
la generación de riquezas.
A mediados de los años setentas con
el máximo líder exiliado en Cuba, nuevos liderazgos empiezan a emerger dentro
de la organización con visiones distintas de la estrategia y tácticas a seguir
para lograr el triunfo revolucionario. Con la trágica muerte del comandante en
jefe el 8 de noviembre de 1976, las diferentes visiones se concretan en tres
marcadas tendencias conocidas como:
a) guerra
popular prolongada
b) proletaria
c) insurreccional
o tercerista
Posteriormente se desarrolla una
inevitable rivalidad entre las tendencias, generando peligrosas tensiones que ponen
en riesgo la fundamental cohesión organizativa para conquistar el poder. La
historia nos cuenta que tuvo que intervenir directamente el comandante Fidel
Castro como una especie de mediador para armonizar las tendencias en aras de
que se pudiera alcanzar el triunfo sandinista.
Finalmente, el 19 de julio de 1979
Nicaragua es libre de la tiranía impuesta por el imperio norteamericano. Una
vez en el poder, el FSLN procura equilibrar las cuotas de poder entre las
tendencias y se estructura una dirección nacional colectiva. Durante esa década
de los ochentas, el imperio molesto por la sublevación revolucionaria del
pueblo nicaragüense, financió y entreno militarmente a ciudadanos nicaragüenses
antisandinistas conocidos como contras, provocando la última guerra civil
registrada en la historia nicaragüense.
En esas difíciles circunstancias se
encontraba el país, cuando el FSLN pierde las elecciones a inicio de los años
noventa, y sobresale el liderazgo del comandante Daniel Ortega Saavedra con su
famoso discurso de gobernar desde abajo.
Es en medio de esa crisis moral, anímica, e incluso ideológica que el
comandante Daniel Ortega decide revitalizar el partido, visitar los territorios
y lo más importante, mantener los principios revolucionarios del partido
intactos.
El Frente Sandinista de Liberación
Nacional se mantuvo como partido de oposición durante tres períodos
electorales, hasta que, favorecido por una oposición dividida y una campaña
electoral bien pensada, regresó al poder en el año 2007.
La llamada segunda etapa de la
revolución sandinista, ha tenido como principal protagonista a la actual
vicepresidente de la república compañera Rosario Murillo Zambrana, quién como
jefa de una campaña electoral victoriosa obtuvo los méritos necesarios para
acceder al poder político en el partido y el gobierno. Desde su nombramiento
como coordinadora de comunicación del poder ciudadano empezó a ejercer un
inédito control en las estructuras de la organización, incluyendo la depuración
de militantes con poder de decisión y comprobada trayectoria que presentaran un
obstáculo para la aplicación de su particular visión de hacer revolución.
Los arboles de la vida decorando las
principales vías de la capital, sus diarias interlocuciones informativas, y su
reciente elección como formula presidencial del comandante Daniel Ortega
Saavedra parecían indicar de manera inequívoca quien relevaría en el mando al actual
líder sandinista, hasta que ocurrieron los sucesos de abril y con ello la
aparición de una crisis silenciosa a lo interno del partido.
Sobrevivimos al golpe suave, sin
embargo, ahora enfrentamos nuevos desafíos que pueden ser decisivos para la
continuidad en el poder del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Mientras
tanto, la oposición más radical conspira y trabaja sin descanso para
destruirnos o dejarnos en nuestra mínima expresión.
Quiero ser claro, probablemente el
relevo generacional es el más urgente de los enigmas por resolver, y en la
medida que descifrarlo sea un proceso incluyente o ampliamente consultado se
disminuirán los riesgos de una posible catástrofe.
El poco Sandinismo Histórico que aun queda, debe ser considerado órgano de consulta, para que la experiencia y el dominio del programa histórico sea considerado el lucero de la senda. Sin ello estamos acabados. Todavía es tiempo, una vez programadas las próximas elecciones, estamos fritos.
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